Relación entre la velocidad y la frecuencia de los accidentes
La velocidad como factor de peligro y de lesividad
Es evidente que conducir más rápido implica más peligro y más daño en caso de un siniestro. La razón es que a mayor velocidad se reduce la capacidad de reaccionar a tiempo para evitar un accidente, ya que se recorre más distancia en el mismo tiempo y se necesita más espacio para detener el vehículo.
A veces se intenta medir el problema de la velocidad determinando el porcentaje de accidentes en los que la velocidad excesiva o inadecuada fue una causa o un factor contribuyente. Sin embargo, este enfoque no permite establecer relaciones entre velocidad y riesgo: supongamos que la velocidad excesiva se hubiera identificado en el 10 % de los accidentes. Esto no significa que, si elimináramos los excesos de velocidad, los accidentes se reducirían solo en un 10 %. Incluso cuando la causa inmediata fuera distinta de la velocidad (por ejemplo una distracción), la probabilidad de evitarlo y la gravedad de las lesiones dependen de la velocidad de los vehículos.
Por otro lado, la investigación no se ha centrado en el problema de determinar las relaciones entre valores específicos de la velocidad y las colisiones, sino entre variaciones de la velocidad y las variaciones de las colisiones. Actualmente pues, no es posible estimar el número de accidentes esperados a valores específicos de la velocidad media, pero sí que existen evidencias científicas que permiten estimar qué variación porcentual en las lesiones debemos esperar si la velocidad pasa de, por ejemplo, 80 a 90 km/h, manteniendo todos los demás factores de riesgo constantes. Estos estudios se realizan de dos maneras, analizando la velocidad individual y el riesgo de colisión, o analizando la velocidad media y el número de colisiones en un tramo.
La velocidad y el riesgo individual
Para poder establecer una relación entre la velocidad y el riesgo individual de sufrir un accidente, lo ideal sería poder observar cómo se comporta un mismo conductor al conducir a diferentes velocidades y cuántos accidentes tiene en cada caso. De esta forma, podríamos aislar el efecto de la velocidad y eliminar otras variables que podrían influir en los resultados, como las características personales del conductor, el tipo de vehículo, las condiciones ambientales, etc.
Sin embargo, este método no es viable porque los accidentes son eventos muy poco frecuentes en la vida de un conductor. Según datos del Ministerio de Fomento, en el año 2009 los turismos recorrieron 201.457 millones de kilómetros en el entorno interurbano y solo 779 conductores fallecieron víctimas de colisiones. Esto significa que el riesgo de muerte por cada kilómetro del conductor del turismo medio fue de 779/201.475·106 ≈ 4/1000·106.
La velocidad y la cuestión psicológica
Esta baja probabilidad de sufrir un accidente debido a la velocidad tiene una consecuencia psicológica: hace que muchos conductores crean que la velocidad no es un factor de riesgo importante. Como su experiencia personal o la de su entorno más cercano (que suele ser la referencia para formar sus opiniones) les dice que no hay una mayor siniestralidad asociada a una mayor velocidad, un porcentaje significativo de los conductores asume que la velocidad no influye en la seguridad vial.
El Índice de mortalidad o IM
Este fenómeno se puede medir con un indicador muy utilizado en ingeniería de tráfico: el índice de mortalidad (IM). El IM se calcula dividiendo el número de fallecidos por accidente entre el número de accidentes. Un IM alto indica que los accidentes son más graves y un IM bajo indica que los accidentes son menos graves. Por ejemplo, si en una carretera se producen 10 accidentes y 5 fallecidos, el IM es de 5/10 = 0,5.
El IM se puede utilizar para identificar los puntos negros de una carretera, es decir, aquellos tramos donde se concentra una mayor siniestralidad. Sin embargo, el IM también tiene una limitación: no tiene en cuenta la exposición al riesgo. Es decir, no considera el número de vehículos que circulan por esa carretera ni la velocidad a la que lo hacen. Esto puede llevar a una falsa sensación de seguridad en algunos casos.
Por ejemplo, imaginemos dos carreteras con el mismo IM de 0,5. En la primera carretera circulan 1000 vehículos al día a una velocidad media de 80 km/h y en la segunda carretera circulan 100 vehículos al día a una velocidad media de 120 km/h. A simple vista, podríamos pensar que ambas carreteras tienen el mismo nivel de seguridad, pero si tenemos en cuenta la exposición al riesgo, veremos que la segunda carretera es mucho más peligrosa que la primera.
El Índice de peligrosidad IP
La exposición al riesgo se puede medir con otro indicador: el índice de peligrosidad (IP). El IP se calcula dividiendo el número de accidentes entre el número de vehículos-kilómetro recorridos. Un IP alto indica que hay una mayor probabilidad de sufrir un accidente y un IP bajo indica que hay una menor probabilidad de sufrir un accidente. Por ejemplo, si en una carretera se producen 10 accidentes y los vehículos recorren 100.000 kilómetros, el IP es de 10/100.000 = 0,0001.
Si aplicamos el IP a las dos carreteras anteriores, obtendremos los siguientes resultados:
– Carretera 1: IP = 10/80.000 = 0,000125
– Carretera 2: IP = 10/12.000 = 0,000833
Como se puede observar, la carretera 2 tiene un IP mucho mayor que la carretera 1. Esto significa que es mucho más probable sufrir un accidente en ella. Esto se debe a que:
- la velocidad media es más alta
- y hay menos vehículos circulando, lo que reduce la percepción del riesgo y favorece el exceso de velocidad.
Conclusiones
La Velocidad y frecuencia de accidentes de tráfico son factores unidos en la seguridad vial. Es obvia su relección y como, al aumentar la primera, aumenta la gravedad de los segundos. Sin embargo, muchos conductores no son conscientes del peligro que supone circular a una velocidad excesiva o inadecuada. Esto se debe a que:
- los accidentes son eventos muy poco frecuentes
- y porque su experiencia personal o colectiva les hace creer que la velocidad no es un factor de riesgo.
Para cambiar esta percepción y mejorar la seguridad vial, es necesario:
- utilizar indicadores que tengan en cuenta la exposición al riesgo y que reflejen la relación entre la velocidad y el riesgo individual de colisión.
- Además, es necesario concienciar a los conductores sobre los efectos negativos de la velocidad y sobre los beneficios de adaptarla a las condiciones del tráfico y del entorno.
La relación entre la velocidad media y el riesgo colectivo
Los estudios han analizado cómo afecta la velocidad media de un tramo, una vía o una red de carreteras al número total de accidentes y víctimas. Uno de los modelos más utilizados y reconocidos para demostrar esta relación es el modelo potencial (Nilsson 2004).
Este modelo tiene seis ecuaciones. Calculan cómo cambian el número de colisiones y de usuarios muertos o heridos al cambiar la velocidad media. Si nos centramos en las ecuaciones de colisiones, el modelo se puede resumir así:
si la velocidad media aumenta un 1 %, manteniendo constantes todos los demás factores que influyen (incluido el tráfico), se produce, aproximadamente:
-
Un aumento del 4 % de las colisiones mortales
-
Un aumento del 3 % de las colisiones mortales o graves
-
Un aumento del 2 % de las colisiones con víctimas
El modelo potencial se basa en la observación de los efectos que tuvieron diferentes cambios en los límites de velocidad en Suecia. Estas mediciones se realizaron a finales de los años sesenta y principios de los setenta. Además, ha sido validado por investigadores de otros países (Elvik, y otros, 2004).
Finalmente, también es importante mencionar la relación entre la velocidad de impacto contra un peatón y su probabilidad de muerte. Esta relación es otra de las fuentes de la reglamentación de velocidad del RGC 2015.
Velocidad y frecuencia de accidentes de tráfico
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