Relación de la velocidad con la siniestralidad vial

por | Mar 1, 2021

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Relación de la velocidad con la siniestralidad vial. La velocidad como factor de riesgo en la siniestralidad vial

 

Relación de la velocidad con la siniestralidad vial

Relación de la velocidad con la siniestralidad vial

 

Sin miedo a equivocarnos podemos decir que la relación de la velocidad con la siniestralidad vial es directamente proporcional, Un aumento de la primera supone un mayor porcentaje de accidentalidad y de gravedad en las lesiones producidas. Para comprender qué implicaciones tiene este incremento de la velocidad y, por tanto, de la energía cinética para los ocupantes del vehículo, vamos el siguiente ejemplo: una colisión a 100 km/h equivale a una caída de unos 39 metros de altura (lo que corresponde a unos 11 pisos), mientras que una colisión a 130 Km/h equivale a una caída desde unos 67 metros (unos 19 pisos). En consecuencia, unos pocos kilómetros por hora de más representan un impacto significativamente mayor y unas lesiones mucho más graves para los ocupantes del vehículo, las cuales pueden fácilmente resultar mortales.

 

 


Velocidad y mortalidad de ciclistas y peatones

 

Otro de los efectos negativos de la velocidad sobre la seguridad vial es la fuerte relación que existe entre aquella y la mortalidad en peatones y ciclistas. La probabilidad de que un peatón sufra lesiones mortales crece rápidamente con la velocidad del vehículo. Por ejemplo, a 30 km/h tan sólo el 5% de los peatones atropellados fallecerá como consecuencia del accidente, mientras que a 50 km/h la proporción de muertos se aproxima al 50% y a partir de 80 km/h prácticamente ya todos los peatones atropellados morirán como consecuencia del accidente. Además, a partir de los 30 km/h, y especialmente entre los 40 y los 55 km/h, la probabilidad de sufrir una invalidez permanente como resultado del atropello es muy significativa.

 


Velocidad en vías urbanas

 

A partir de estos datos, se ve claro el porqué y la justificación sobre la velocidad máxima en zona urbana, por donde circula la inmensa mayoría de los peatones, Es evidente que nunca se debería superar los 50 km/h ( incluso menos como recogen los nuevos límites establecidos de 30 y 20 Km/h) y esta velocidad ha de ser además inferior en aquellas zonas en las que la probabilidad de causar atropello sea mayor (tales como las inmediaciones de los colegios o las calles muy transitadas).

La velocidad no sólo causa directamente una gran cantidad de accidentes, sino que también agrava las consecuencias de los que se producen por esta o por cualquier otra causa. La probabilidad de resultar muerto o gravemente herido es mucho mayor en un accidente con velocidad excesiva que en otro con una velocidad más moderada, esto con independencia de si la responsabilidad última recae o no sobre el conductor que circulaba de este modo. Por ello, mantener una velocidad moderada es siempre un factor protector frente a los accidentes de tráfico y una responsabilidad con los demás.

 


Potencia el fallo humano

 

Existen muchas personas que piensan que las mejoras técnicas de los vehículos y de las carreteras deberían poder permitirnos circular a mayores velocidades. Sin embargo, no se tiene en cuenta que no es sólo una cuestión de velocidad, sino que el problema radica en que el incremento de la velocidad potencia cualquier error humano en el tráfico, tal como veremos:

  • La velocidad dificulta, en primer lugar, la correcta evaluación de las situaciones, reduciendo la cantidad y calidad de la información que recogemos del ambiente, dejándonos menos tiempo para la toma de decisiones y haciendo más complicada la ejecución o rectificación de determinadas maniobras.
  • En segundo lugar, la velocidad amplifica el riesgo creado por otros factores tales como las distracciones, el alcohol, Ia fatiga, Ia somnolencia, etc., los cuales además pueden hacer que el conductor no perciba de forma adecuada la velocidad a la que circula o que la aumente consciente o inconscientemente.
  • Finalmente, la velocidad es siempre un factor adicional de aumento de riesgo porque, como hemos visto, agrava de manera importante las consecuencias de los siniestros, tanto para los ocupantes del vehículo como para los peatones, siendo uno de los factores que más facilita la posibilidad de vuelco.

Aunque nuestras carreteras y nuestros vehículos hayan mejorado y sean técnicamente correctos, los seres humanos cometemos muchos más errores a medida que aumentamos la velocidad a la que circulamos. Por ello. cualquier incremento de los límites de velocidad en las vías públicas representaría un aumento de la accidentalidad .

En vista de todo ello. un incremento de los límites de velocidad o Ia falta de respeto de los permitidos repercutiría sin duda en una mayor accidentalidad. siendo esta además de mayor gravedad. Este hecho se ha podido comprobar de manera clara en distintos estudios internacionales. Por ejemplo, en los Estados Unidos fue revocado en 1995 el límite máximo nacional de velocidad, lo que llevó a que determinados estados lo incrementaran. Estudios posteriores demostraron cómo aquellos estados que así lo hicieron experimentaron una mayor mortalidad que los estados que mantuvieron los límites máximos anteriores, sobre todo en el caso de las autopistas. Por el contrario, distintos estudios han demostrado que reducir los límites máximos de velocidad repercute de manera clara en una disminución de las cifras de accidentes, así como en la gravedad de los mismos.

La relación de la velocidad con la siniestralidad vial se ve claramente en diversos estudios que establecen que por cada kilómetro por hora de incremento en la velocidad media, el número de accidentes con víctimas (muertos y heridos) aumentaría un 3%

 


Velocidad anormalmente reducida

 

Finalmente, en relación a la cuestión de la velocidad anormalmente reducida, es decir, circular a menor velocidad de la que sería deseable para el tipo de vía y las circunstancias ambientales y del tráfico, cabría destacar los siguientes aspectos. En primer lugar, debe quedar claro que circular de este modo entorpece de manera evidente la marcha de los otros vehículos y puede derivar con facilidad en situaciones de riesgo.

Sin embargo, las estadísticas oficiales nos muestran que la velocidad anormalmente reducida no es un factor de riesgo que represente un problema demasiado grave en nuestras carreteras. Pese a lo que muchos conductores piensan, la implicación de la circulación excesivamente lenta en los accidentes de tráfico es mínima. Especialmente si la comparamos con la implicación de la velocidad excesiva, l cual constituye, como ya hemos comentado, una de las principales causas de accidentalidad y lesividad.

Los límites de velocidad tuvieron su origen en sucesivas etapas criticas en el suministro de combustible, que arrancaron en 1973. Estados Unidos, el país más afectado, fue también el más drástico, imponiendo un límite federal de 55 millas por hora. Sin pretenderlo, esa medida redujo considerablemente los accidentes y su gravedad. La historia de la velocidad en España no es diferente a la del resto del mundo. En la actualidad se encuentra en los límites marcados por la mayoría de los países.

En este contexto, en 1996 un grupo de trabajo del Consejo Superior de Tráfico y Seguridad de la Circulación Vial, formado por prestigiosos especialistas en materia de seguridad vial, analizó detalladamente cada uno de los factores que podrían justificar una subida de los límites de velocidad en las vías españolas. Tras más de un año de trabajo, la conclusión unánime de los expertos fue no modificar los límites de velocidad vigentes hasta hace pocos meses, momento en el cual se decidió rebajar dichos límites en algunas carreteras convencionales y, sobretodo, en vías urbanas. La decisión se apoya fundamentalmente en tres factores: un Incremento de la velocidad aumentaría el número y la gravedad de los accidentes de tráfico; a mayor velocidad cobra mayor importancia cualquier fallo humano; y no existen argumentos de peso ni una demanda social generalizada que justifique la subida.

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