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El autobús-ferrocarril puede funcionar tanto sobre el asfalto como sobre raíles. Son vehículos de tamaño pequeño, con una capacidad que no supera los veinticinco viajeros, pero sus ventajas para el operador de ferrocarril son muy notables. La principal de ellas es la flexibilidad del servicio.

Se han diseñado para circular por zonas alejadas, con poco tráfico de viajeros. En lugar de desatender al público en estas zonas poco frecuentadas, y poner un tren al día, estos autobuses sobre raíles lo sustituyen con una frecuencia mayor. Así, se ofrece un mejor servicio y se evita movilizar un tren, con el coste que ello supone.

Podría parecer ineficiente usar estos autobuses, pero lo cierto es que tienen un consumo de combustible casi ridículo. Consumen una cuarta parte de lo que un microbús de esas características consumiría en ciclo mixto, es decir, menos de diez litros a los cien kilómetros. No deja de ser lógico, puesto que la fricción de las ruedas metálicas con las vías es muy baja y las líneas de tren apenas tienen desniveles, lo que resulta beneficioso para un bajo consumo de gasóleo. También el desgaste de los neumáticos es mucho menor que en un autobús normal. Para que el microbús pueda montarse en las vías, utiliza unos accesos especiales en ciertas estaciones. Una vez alineado con los carriles, dos ejes dignos de una locomotora salen de debajo de su carrocería y separan los neumáticos del suelo, impulsados por actuadores hidráulicos. Así, el DMV (Dual-Mode Vehicle) una vez apoyado sobre los carriles puede emprender su marcha.

Fuente:  Línea de tren local de Japón prueba minibús de modo dual para circular por carretera y ferrocarril


 

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