Porqué atribuimos características a los demás conductores sin conocerlos
Descifrando la mente en la carretera: Entendiendo las atribuciones que hacemos al volante
Mientras conducimos tenemos que descifrar constantemente lo que otros conductores están haciendo y lo que se disponen a hacer. Esto constituye una compleja situación, agravada por las altas velocidades de desplazamiento y el escaso margen de tiempo disponible para tomar las decisiones correctas y realizar las maniobras adecuadas. En verdad, las normas de tráfico cumplen el difícil papel de hacer predecible la conducta de los demás. Sin embargo, son muchas las situaciones en las que los conductores ignoran estas reglas, haciendo especialmente ambiguo e impredecible su comportamiento.
A pesar del papel de la normativa de tráfico, hay otras muchas cuestiones que necesitamos captar en un breve lapso de tiempo y, a veces, con muy pocos elementos indicadores. Por ejemplo, solemos inferir de qué tipo de conductor se trata el que va delante o detrás de nosotros y, por tanto, qué comportamiento tendrá. En esa previsión juega un papel básico la atribución. La cual podríamos definir como:
la interpretación subjetiva que hacemos, el comportamiento que esperamos y la explicación que damos a lo que hacen los otros usuarios de las vía.
Tipos de atributos que otorgamos
Las características que atribuimos a los demás conductores está en función de nuestro estado emocional y también de las características que observamos en los demás. Existen dos tipos posibles de atribuciones: disposicionales y situacionales.
Las atribuciones disposicionales
Estos procesos atribucionales en la conducción, o estas atribuciones hacen referencia a características personales del conductor como la edad y el sexo. pero también a lo que pensamos de ese conductor: incompetente, agresivo, arrogante, impaciente, desconsiderado, etc.
Las atribuciones situacionales
Son las que hacemos cuando atribuimos lo que haya sucedido a características de la situación. Cuando realizamos estas atribuciones solemos reaccionar de manera más positiva que ante las personales. Por ejemplo, nos solidarizamos con más facilidad ante un vehículo detenido en medio de la vía si pensamos que ha sufrido una avería que si pensamos que el conductor no es lo suficientemente hábil y se le ha calado.
Las atribuciones también se pueden dividir en:
- Subjetivas, que serían aquellas más sesgadas y egoístas y
- Objetivas, que serían más razonables y asociadas a Ia tarea.
Las atribuciones subjetivas
Dentro de la esfera de las atribuciones subjetivas, comunes en las situaciones de tráfico, podemos encontrar las siguientes:
- Realizar explicaciones infundadas de la conducción de otros basándose en estereotipos y prejuicios. Entraría en esta categoría el socorrido “mujer tenías que ser”, entre otros muchos.
- Racionalizar siempre los errores propios, justificándose por haberlos cometido.
- Culpar a los demás de ser la causa de nuestras propias frustraciones en la situación de conducción.
- Pensar que vamos solos en nuestro coche y que nadie puede vernos.
- Entrar en juegos fantasiosos con otros conductores.
Muy relacionado con las atribuciones subjetivas se encuentra un interesante y curioso sesgo de autoservilismo en la forma en que se realizan atribuciones en la vía pública. Por ejemplo, cuando otros conductores nos cierran el paso al cambiar de carril nos sentimos coléricos al realizar una atribución disposicional: “Ese tío no tiene ni idea de conducir”. Pero cuando somos nosotros los que cerramos el paso a alguien realizamos una atribución situacional: “Lo he hecho porque hoy tengo prisa”.
La atribución autoservilista suele servir también, frecuentemente, para hacer responsables a los demás de los fallos o accidentes en los que nos encontramos implicados. Esto se suele producir sobre todo si en la situación están involucrados personas, vehículos o algunos de los elementos hacia los que existan determinados prejuicios. Hacemos que sirvan para propiciarnos un mecanismo de exculpación de nuestra propia responsabilidad. Así un elevado porcentaje de conductores considera que las causas de los accidentes se deben a fallos ajenos a ellos o que los demás son los realmente peligrosos. También se ha observado que la mayoría de los que manejan vehículos se evalúan a sí mismos como mejores conductores que la media y se perciben como más seguros que el promedio de los usuarios.
Los estereotipos
Respecto a los estereotipos, está demostrado que son una importante fuente de atribuciones subjetivas. Sin embargo, en la base de la mayoría de estos estereotipos se encuentra un juicio incorrecto.
Generalmente, los estereotipos se mantienen por un sesgo en la selección de la información. Es decir, nos fijamos principalmente en los ejemplos que apoyan nuestros prejuicios e ignoramos los casos que los contradicen. Por ejemplo, un motorista puede mostrarse irritado porque un coche circula lentamente por su carril. Cuando adelanta al coche y ve al conductor, piensa con desdén: “Mujer tenía que ser. No deberían conducir”. Cada vez que ese sujeto se encuentre con otro conductor femenino que circula a menor velocidad que él repetirá ese esquema automática e inconscientemente. Sin embargo, las conductoras que circulan más velozmente no son advertidas, porque para este conductor no forman parte de su esquema. Este es, generalmente, el mecanismo por el que los estereotipos en la conducción se transmiten y mantienen.
Respuesta agresiva del conductor
Un último factor relacionado con los procesos atribucionales en la conducción es la respuesta agresiva del conductor, que está también íntimamente ligada a la intencionalidad que atribuyamos a los actos de los demás usuarios. Entre estas interpretaciones cabría destacar las siguientes:
- La interpretación que el conductor realiza de la causa de Ia conducta del agresor. Una maniobra cualquiera, por ejemplo una frenada brusca, no producirá una reacción hostil si se interpreta como justificada. Sin embargo, Ia misma frenada percibida como realizada de manera poco hábil o caprichosa por un conductor es probable que despierte reacciones agresivas en los conductores que circulan detrás de él.
- La conducta del agresor tras la realización de su acción. Si tras la ejecución de una maniobra incorrecta (por ejemplo, iniciar el adelantamiento cuando ya lo ha comenzado un tercero) existe algún tipo de disculpa, hay una atribución más positiva y es menos probable que aparezcan reacciones agresivas en los demás. Si por el contrario hay una actitud indiferente o se realizan gestos hostiles, la respuesta tiene más posibilidades de ser violenta.
- La magnitud de la molestia o daño ocasionado. Suele existir una relación directa entre el daño recibido, o que se piensa que se podía haber recibido, y la intensidad de la respuesta agresiva. Obviamente. no se produce la misma reacción por tener que salirse de la calzada para evitar una colisión que por sólo tener que frenar suavemente.
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- Las características del agresor. De todos es conocido que se reacciona con más agresividad hacia conductores de determinadas minorías étnicas, o en función del sexo, la edad y el aspecto personal del conductor. El grado de relación, conocimiento e identificación con el agresor. Por ejemplo. una misma maniobra realizada por un amigo o por un desconocido no producirá los mismos efectos ya que es percibida de distinta manera.
- Las características del vehículo del agresor. Las respuestas agresivas variarán también en función de una serie de rasgos sobre los que planean importantes prejuicios y atribuciones, tales como la zona o el país de matriculación del vehículo, la marca, el modelo y la antigüedad del mismo, accesorios ostentosos o extravagantes, etc.
- Las características de la situación. Por ejemplo, la presencia o no de acompañantes dentro de nuestro vehículo o el de los demás, el nivel de relación de parentesco de los mismos con el conductor, el tráfico denso, las retenciones, etc.
- El estado psicofísico del conductor agredido. El estado psicofísico (ansiedad, estrés, relajación, fatiga, prisa, cansancio, etc.) también modulará los prejuicios que vamos a tener respecto a los comportamientos del resto de los usuarios de las vías y, por lo tanto, la magnitud de la respuesta agresiva.
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